jueves, 17 de marzo de 2011

Mary Paris

“El taxista este nos está dando una vuelta de cortesía por los suburbios”, me dice Marta mientras se tapa el escote, porque el taxista no deja de mirarla por el retrovisor y nos deleita con su sonrisa desdentada. Yo no dejo de mirar al taxímetro, eso ya son muchos euros. Respiro aliviada porque un policía nos para, habla un rato con el taxista y no parece muy convencido de lo que le dice. Se dirige a nosotras, que no entendemos ni papa; bueno a Marta sí que la entiende, porque sin mucho disimulo se le está intentando ligar, le pone caras y se ha vuelto a bajar la camiseta, es increíble, esta chica ve unos ojos verdes y pierde el norte. Pero el poli ha desviado su atención del escote de Marta para dirigir su mirada a Clara y eso ya me preocupa más, pues Clara esta sudando como una condenada, le tiembla ligeramente el labio y está intentando esconder debajo del asiento la mochila que llevaba encima, y eso es una cagada muy grande.
Inmediatamente nos encontramos fuera del taxi, el agente examinando el contenido de la mochila y Marta, que no sabía nada de la mercancía, esta acordándose de varias generaciones de mi familia. Intento arreglar las cosas. “Consume propié”, le grito al poli, “no trafiqué” el tío no me entiende nada y espera instrucciones. Ahora me gustaría ver aquí a mi profe de Francés con eso de cómete un papel, dos. Clara ha pasado de estar totalmente hundida a reírse a carcajada limpia y balbucea no sequé de habernos ido a marruecos y el policía que a mí no me entiende nada los de Marruecos va el muy… y lo entiende. “¿marroc…?”. “no, no, no, no trafiqué” grito pero da igual, está perdido, al calabozo, nosotras y el taxista pervertido que ajeno a todo le sigue haciendo ojitos a marta, este quiere morir con las botas puestas. El calabozo no está mal, estamos las tres juntas y en la celda de al lado tenemos la agradable compañía del taxista que ha cesado en su empeño y se hurga las orejas con ahínco, sino fuera porque estamos en un sótano sin ventanas seguro que mucho peor que el albergue cochambroso al que íbamos a ir no es.
El poli de los ojos verdes le está contando la movida a su compañero, lo único que entiendo es “bonne maroc “. El compañero pone nuestra mochila sobre la mesa y se lía dos petardos descomunales, yo estoy alucinando, Clara ha dejado de reírse y lleva un rato llorando sin enterarse de nada y Marta está intentando hablar con el taxista que ha encontrado más placer en el hurgamiento de sus orejas y no le hace ni caso.
Estoy un poco mareada, es lo que tiene que esos dos desgraciados se hayan fumado toda nuestra mercancía en un sótano sin ventilación. Creo que el viejo verde ha muerto en la celda de al lado, lleva un rato sin moverse, clara se ha dormido y Marta y yo nos repartimos a los polis a piedra papel o tijera. ¡Toma! el de los ojos verdes me toca a mí, le llamo para que se acerque a la reja, esto sí que lo entiende, menudo listo. Estamos frente a frente sólo separados por unos centímetros, cuando se escucha un grito que resucita al taxista y a Clara. El poli se cuadra o eso intenta, el del grito tiene pinta de ser un superior y estar muy cabreado.
No me imaginaba yo que esto de ser extraditada fuera tan complejo, nos volvemos a casa sin hablarnos, sin haber visto la torre Eiffel y con un ex-poli de ojos verdes, que lo único que se le entiende es “marroc buena”. El próximo puente de diciembre a Gandía con mis padres…

1 comentario:

Anónimo dijo...

eso les pasa por llevar droga. Jeje