sábado, 20 de septiembre de 2008

Ponferrada; de bruces con la realidad



Antes de que amaneciera, Isaac ya estaba despierto, con todo preparado, sentado junto a la puerta de la habitación de su madre. No había querido despertarla, iba a ser un momento muy duro para ambos y prefería no prolongarlo más de lo necesario, en realidad, el hubiera deseado marcharse en silencio sin despedirse de nadie, pero sabia que jamás se lo hubiera perdonado. Paso un rato en la oscuridad, disfrutando de ese momento de calma, que tal vez luego añoraría. El primero en llegar fue el cura, enfundado en una capa negra que le cubría por completo se protegía del gélido aire que azotaba esa madrugada al pueblo. Llevaba bajo el brazo una sencilla urna de mármol blanco, sin adornos ni dibujos, con las cenizas del peregrino. Isaac se adelantó a abrirle antes de que llamara, no le había dado tiempo a cerrar la puerta cuando vio acercarse a Juan, él le iba a acercar hasta Ponferrada, donde viajaba a menudo por negocios y de allí emprendería su camino solo.

La despedida fue mucho más amarga de lo que había imaginado, su madre hacia notables esfuerzos por no derrumbarse, no era capaz de pronunciar palabra ni de mirarle directamente, se aferró a él fuertemente, durante un tiempo que al joven le pareció interminable. Un abrazo desesperado de una madre que piensa que esa es la última vez que va a ver a su hijo. Nadie dijo nada, con un fuerte apretón de manos de manos se despidió del marido de su madre, no hacia falta decir nada, aunque su relación no había ido más allá de lo cordial, sabia que la quería y que cuidaría de ella. Así, en el más absoluto silencio, con los primeros rayos de sol despuntando en el horizonte partieron hacia Ponferrada, Isaac tenia el corazón encogido y muchas ganas de llorar, aunque en el fondo sabía que algún día volvería.

A la hora del almuerzo llegaron a la ciudad, el joven se sintió bastante cohibido, al ver tanta gente y tanto movimiento, acostumbrado a la tranquilidad del pueblo, de donde nunca había salido. Se separo de Juan y se adentró por las callejuelas que desprendían un olor desagradable, mezcla de la basura acumulada en las calles y el que salia de las tabernas. Era día de mercas¡do, y las calles estaban abarrotadas de comerciantes, mendigos, peregrinos que le empujaban. Isaac se sentía totalmente fuera de lugar, asustado y perdido, divisó a pocos pasos de el una fuente apartada del paso y se sentó al lado para descansar, había un mendigo a pocos pasos que se le acerco a pedirle unas monedas, él le pidió que se marchara, el hombre con un rápido movimiento agarró el zurrón donde el joven llevaba las cenizas y salió corriendo entre la multitud, tardó unos segundos en reaccionar, pero Isaac se levantó de un salto y salió tras el.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Preludio


"Este es un día muy triste para todos, despedimos al que fue nuestro maestro, nuestro médico y sobre todo nuestro amigo, despedimos a ese hombre pequeño y de aspecto bonachón que un día por accidente apareció en nuestra vidas y jamás le dejamos marchar". Toda la aldea se encontraba presente, el cielo estaba muy oscuro pese a que apenas eran las cuatro de la tarde y se había levantado una fría brisa que tensaba todos los músculos de la cara y hacia apretar los dientes. Pese a que aparentemente todos escuchaban las emotivas palabras del Padre, en realidad, tenían la mente y algunos la mirada fija en él, Isaac notaba esas miradas, se sentía incomodo y habían comenzado sudarle las manos. Pese a ser un joven corpulento, de piel curtida por muchas horas al sol y muy vigoroso, esa mañana estaba blanquecino, como muerto, unas profundas ojeras violáceas y su pose cabizbaja y meditabunda ayudaban a hacerle parecer como un espectro.


El paisaje no podía ser más desolador, en aquella esplanada seca, llena de ancianos vestidos de negro y gris, con el cielo a punto de estallar y las palabras del predicador haciendo eco por las calles de aquel pueblo fantasma. Una figura destacaba entre los congregados, la de Isaac, que en otras circunstancias habría sido un punto de color en aquel oscuro paisaje, hoy, lo hacia parecer más patético. El sermón terminó, y tras unos segundos de silencio solo roto por el silbido del aire, el joven hizo acopio de valor y acercándose al pastor, se quedo parado delante de todos sus vecinos. Totalmente quieto, con la mirada fija en el suelo, intentando contener el corazón que se le salia del pecho, tomo aire y mirando directamente a su madre, por la que había sacrificado tanto, habló. "Todos sabemos que cuando se topo con este pueblo se dirigía a Santiago y que su última voluntad era ser enterrado allí, yo llevaré sus restos a la ciudad. Se que es un viaje peligroso, pero es lo que debo hacer por quién nos ayudó tanto". Su madre, pese a que sabía lo que iba a hacer no pudo contener la emoción y se hecho a llorar. Hacia años que no quedaba ningún joven en el pueblo, habían emigrado a la ciudad en busca de un futuro mejor, sólo él se quedo para cuidar a su madre, pero ella ahora había rehecho su vida. Había llegado el momento que tanto había temido. "Mañana saldré a primera hora, con las cenizas para que pueda descansar en la ciudad que más amo, pese a que nunca estuvo allí, en Santiago" así terminó el muchacho y se marchó, sin esperar las reacciones, a preparar el viaje.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Os voy a contar un sueño


Todo estaba nublado desde aquel día, un agudo dolor martilleaba mi cabeza sin cesar y no me dejaba pensar con claridad, desde ese maldito día cuando se marchó y descubrí que todo mi mundo giraba a su alrededor y que sin él me había convertido en un zombie. Andaba por inercia y de pronto me vi rodeada de gente, gritaban y discutían pero no era capaz de enterarme del motivo, la niebla seguía instalada en mi mente. Sin quererlo, un pensamiento en voz alta, "Croacia". Croacia, Croacia es genial. La discusión cesó, nadie se opuso, de viaje de fin de carrera nos iremos a Croacia. Del viaje apenas puedo recordar nada, rostros borrosos y situaciones confusas. La noche antes de volver, mientras vagaba por la ciudad, perdida, buscando a los demás, intentando recordar que autobús me llevaba al hotel, me tope con una iglesia preciosa y sin pensarlo entré. No podía creerlo, allí estaba, en el púlpito vestido de verde, me quedé paralizada en medio del pasillo, nuestras miradas se cruzaron. Se puso en pie, y con mucha calma dijo, "lo siento Sonia ha sido un error venir aquí, me vuelvo a España con ella". Mientras venia hacia mi la niebla iba desapareciendo, el dolor iba cesando y volvía la claridad.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Saludos cordiales

Malos tiepos para hacerme un blog, justo en el odiado mes de septiembre (por lo menos para mi desde hace ya unos cuantos años), bueno, ya me queda poco para terminar y dedicarme a descubrir como va la historia esta, hasta entonces aqui dejo mis saludos, más que nada, porque me parece que queda muy triste la página toda negra y sin nada.